miércoles, 19 de julio de 2017

A mis hermanos, quienes saben exactamente como me siento

"La muerte deja un dolor de corazón que nadie puede sanar, el amor deja una memoria que nadie puede robar" (desconozco el autor)


Después de unos días tan terriblemente duros, una coge su coche nuevo, a  las dos personitas que le hacen sonreír cada día y se va a disfrutar de unas puestas de sol absolutamente increíbles.
 

Dicen que la muerte forma parte de la vida, que deberíamos aprender de otras culturas y saber despedirnos de un modo alegre. Pero las despedidas son jodidas. Cuando amas a la persona que se va, a pesar de que esa persona ya se hubiera ido hace tiempo. Cuando la despedida es definitiva, aunque sea compartida….el dolor es tan tan grande que se hace infinito.

Echar de menos envejece mucho el alma. No poder hacer esa llamada que te consolaba la distancia. No acostumbrarse a la ausencia. Añorar esas carcajadas tan sonoras. Ese consuelo…..ante cualquier escozor. Ella era el alivio. Y ya no está.

Cuando por otro lado,  contando con  alguien como nuestro padre, que nos lo pone tan fácil a todos, o como mi hija, que es tan grande que hace que una se sienta  pletórica de felicidad por compartir cada día con ella,  o como mi hijo quien con sus abrazos me recuerda cuánto se me quiere, es del todo inviable permanecer triste mucho tiempo.

Me dicen “inasequible al desaliento” o que “siempre resurges” pero ¿cómo no hacerlo? Cuando miras a tu alrededor y te haces consciente de cuan afortunada eres, no tienes más bemoles que resurgir. Así que no me admiréis por eso. Ser así es sólo producto de las circunstancias.

No voy a contaros por qué en este momento me siento tan afortunada no sea que se gafe (¡vaya, tan lista y tan supersticiosa!) pero ...como suelo decir siempre…: hay que aprovechar al máximo los momentos felices… saborearlos como si de aquel último helado de la temporada se tratara, porque todos sabemos que se acaba. No dura siempre.  Como las vacaciones bien aprovechadas. Esas tampoco duran siempre. Intentamos guardarlas en el alma como oro en paño para que luego el duro y largo invierno no parezca tan duro ni tan largo.

Hacía mucho tiempo que no me sentía tan plena como en estos días. Quizás sea porque ya le tocaba a una. Quizás porque quien se fue, es verdad que no se irá nunca. Permanecerá en nosotros y ha sabido dejar su legado a buen recaudo, creando personas con defectos pero con valores, que esperamos ser dignas de su custodia. Le debemos muchas cosas…así que habrá que sonreír por ella.
Yo lo hago.
Por cierto, son más de 8000 las entradas en mi blog. Gracias a los que os repetís.... Un beso fuerte.
 
 
Y comparto uno de mis momentos infinitos....
 
 
 
 

 

 

 

 

 

5 comentarios:

  1. Me siento muy identificado con estas palabras. Las despedidas duelen aunque uno sepa que hay que dejar marchar a esa persona. Yo tuve un sentimiento de horfandad y soledad con la muerte de mi madre que me dejó un poco descolocado, a pesar de que me pilló con una edad y de que sucedió despues de una larga enfermedad. Gracias por compartir tus sentimientos.

    ResponderEliminar