Un viaje al corazón de la nostalgia soriana
Hay lugares que se graban a fuego en el alma, rincones que al pronunciar su nombre evocan una sinfonía de emociones cálidas y un pellizco de esa dulce melancolía que nos regala el tiempo pasado. Para mí, uno de esos lugares imborrables sin duda alguna va a ser Vea, ese pequeño pueblo anclado en las Tierras Altas de Soria.
En un paraje absolutamente espectacular, 6 km y medio te llevan a otro mundo, a otra vida. Hay que caminarlos entre piedras, zarzas, riachuelos y mucho barro estos días. Pero cuando llegas se te abre el alma a otro tiempo. A otras gentes. A un pasado lleno de sonidos, que te trae el silencio. Su silencio marcado por el cantar de sus pájaros y el correr de sus aguas transparentes. Campos de ortigas brotan detrás de las fachadas, en un espacio en el que no hace tantos años, venían niños al mundo. Seguro que habría risas, llantos, confidencias, sencillez. VIDA.
Aún se oyen, si te paras un poco.