viernes, 25 de abril de 2025

El eco de las campanas de Vea

 Un viaje al corazón de  la nostalgia soriana

Hay lugares que se graban a fuego en el alma, rincones que al pronunciar su nombre evocan una sinfonía de emociones cálidas y un pellizco de esa dulce melancolía que nos regala el tiempo pasado. Para mí, uno de esos lugares imborrables sin duda alguna va a ser Vea, ese pequeño pueblo anclado en las Tierras Altas de Soria.

En un paraje absolutamente espectacular, 6 km y medio te llevan a otro mundo, a otra vida. Hay que caminarlos entre piedras, zarzas, riachuelos y mucho barro estos días. Pero cuando llegas se te abre el alma a otro tiempo. A otras gentes. A un pasado lleno de sonidos, que te trae el silencio. Su silencio marcado por el cantar de sus pájaros y el correr de sus aguas transparentes. Campos de ortigas brotan detrás de las fachadas, en un espacio en el que no hace  tantos años,  venían niños al mundo. Seguro que habría risas, llantos, confidencias, sencillez. VIDA.

Aún se oyen, si te paras un poco.



Cierro los ojos y casi puedo oír también el eco lejano de sus campanas, un sonido que marcaba el ritmo pausado de esa vida sencilla, donde las horas se deslizaban al compás de las estaciones y las conversaciones se tejían al calor de la lumbre. Aún se conservan las calles empedradas, testigos silenciosos de juegos infantiles y confidencias susurradas al atardecer. Puede casi sentirse el aroma inconfundible de la tierra mojada tras la tormenta de verano y el aire fresco y limpio que bajaba de las montañas cercanas. Que aún