jueves, 15 de septiembre de 2022

Nostalgia

 "La buena nostalgia es la aceptación del pasado, la mala es la incapacidad de soltarlo"


Quizás sea la premura del otoño que llega,  o que una se va haciendo mayor y es más lo que añoro que el tiempo para la esperanza. No sé muy bien por qué razón, pero últimamente me parece que la vida es aquello que ocurre entre despedida y despedida.

Nos pasamos la vida despidiendonos. 





A veces son despedidas elegidas. La vida te va empujando a tomar decisiones que conllevan duras despedidas siempre para bien, o al menos con esa intención se toman.

Otras las eligen por ti. Y otras es la vida quien te fuerza a aceptarlas sin dejar opción alguna. En cualquier caso nos pasamos la vida entre despedida y despedida.

En cierta ocasión escuché a alguien decir que la felicidad es aquel breve tiempo que vives entre putada y putada. Yo ni siquiera diría eso, yo diría que la vida se desgasta entre despedida y despedida.

"No hay que tener apego a nada ni a nadie" dicen los coachs de moda. "Tu felicidad no debería depender de esa persona o de esa cosa material a la que le tienes un apego que no deberías"

Yo, la verdad que me pregunto si esa gente tan lista lo son en realidad, o son unos charlatanes con jeta que encima tienen la suerte de vivir de decir semejantes chorradas.

Duele despedirse de la gente que amas, incluso cuando se trata de lo que a simple vista es un simple "hasta la próxima", así que cuando el adiós es definitivo, se te abren las entrañas.

Pero noooo, no hay que tenerle apego a nada ni nadie y nos tenemos que quedar con lo bueno. Es lo inteligente.

Pues yo debo de ser una tremenda imbécil. Porque me duele despedirme. Y eso es desde luego porque el apego es inherente a las personas que amas.

Si se trata de añoranza de lugares, no es solo por el lugar en sí mismo, sino por las emociones preciosas que se vivieron allí.

No quiero imaginarme lo que sentiría la gente de la Muedra cuando sus casas fueron anegadas por el gran pantano de la Cuerda del Pozo.


No sé , pero intuyo que tuvo que ser durísimo. Y lo que sí tengo claro es que no me gustan las despedidas de la gente que amo. Aunque sepa, como en el caso de mi hija ahora, que es por su bien y esa separación temporal merezca la pena.  Y procuro ver la parte positiva como lo bonito que trajo el reencuentro con mis hermanos a pesar de la posterior despedida. O los buenos valores que nos inculcaron nuestros padres y que se quedarán para siempre. Pero no deja de ser una putada tener que despedirse.

Que sí, que hay que aceptar, que ya lo sé. Pero esta vez va  por ti Vicen, que dices de mí que soy una "flower power". Pues ya ves que no, amigo.

Hoy estoy muy triste y nostálgica. Supongo que esta sensación también es necesaria a veces para poder valorar después esos momentos mágicos acontecidos entre despedida y despedida. Momentos que como digo siempre debemos coleccionar. Momentos que quedan en su lugar imperecedero al que no podría engullir ni el más acaudalado de lo océanos.

Esos momentos con nuestra madre cocinando huevos rellenos, o con  las siete amigas que se instalaban en casa en fiestas y se los comían de tres en tres porque así mi madre lo ordenaba entre carcajada y carcajada.


Será que esto de la premenopausia te mantiene con las hormonas alborotadas y  hace que te pares a pensar en que estás en una edad terrible en la que te has tenido que despedir de tus padres y observas que ya cada vez queda menos para ir despidiéndote de tus hijos que levantan el vuelo en nada.

No sé si ha quedado claro o no, pero no me gustan las despedidas.

"La ridícula idea de no volver a verte. El absurdo pensamiento de no volver a tocarte.
El verdadero dolor es indecible. Si puedes hablar de lo que te acongoja estás de suerte: eso significa que no es tan importante. Porque cuando el dolor cae sobre ti sin paliativos, lo primero que te arranca es la palabra. Es probable que reconozcas lo que digo; quizá lo hayas experimentado, porque el sufrimiento es algo muy común en todas las vidas (igual que la alegría). Hablo de ese dolor que es tan grande que ni siquiera parece que te nace de dentro, sino que es como si hubieras sido sepultada por un alud. Y así estás. Tan enterrada bajo esas pedregosas toneladas de pena que no puedes ni hablar. Estás segura de que nadie va a oírte" Rosa Montero


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