"La buena nostalgia es la aceptación del pasado, la mala es la incapacidad de soltarlo"
Quizás sea la premura del otoño que llega, o que una se va haciendo mayor y es más lo que añoro que el tiempo para la esperanza. No sé muy bien por qué razón, pero últimamente me parece que la vida es aquello que ocurre entre despedida y despedida.
Nos pasamos la vida despidiendonos.
A veces son despedidas elegidas. La vida te va empujando a tomar decisiones que conllevan duras despedidas siempre para bien, o al menos con esa intención se toman.
Otras las eligen por ti. Y otras es la vida quien te fuerza a aceptarlas sin dejar opción alguna. En cualquier caso nos pasamos la vida entre despedida y despedida.
En cierta ocasión escuché a alguien decir que la felicidad es aquel breve tiempo que vives entre putada y putada. Yo ni siquiera diría eso, yo diría que la vida se desgasta entre despedida y despedida.
"No hay que tener apego a nada ni a nadie" dicen los coachs de moda. "Tu felicidad no debería depender de esa persona o de esa cosa material a la que le tienes un apego que no deberías"
Yo, la verdad que me pregunto si esa gente tan lista lo son en realidad, o son unos charlatanes con jeta que encima tienen la suerte de vivir de decir semejantes chorradas.
Duele despedirse de la gente que amas, incluso cuando se trata de lo que a simple vista es un simple "hasta la próxima", así que cuando el adiós es definitivo, se te abren las entrañas.
Pero noooo, no hay que tenerle apego a nada ni nadie y nos tenemos que quedar con lo bueno. Es lo inteligente.
Pues yo debo de ser una tremenda imbécil. Porque me duele despedirme. Y eso es desde luego porque el apego es inherente a las personas que amas.
Si se trata de añoranza de lugares, no es solo por el lugar en sí mismo, sino por las emociones preciosas que se vivieron allí.
No quiero imaginarme lo que sentiría la gente de la Muedra cuando sus casas fueron anegadas por el gran pantano de la Cuerda del Pozo.
No sé , pero intuyo que tuvo que ser durísimo. Y lo que sí tengo claro es que no me gustan las despedidas de la gente que amo. Aunque sepa, como en el caso de mi hija ahora, que es por su bien y esa separación temporal merezca la pena. Y procuro ver la parte positiva como lo bonito que trajo el reencuentro con mis hermanos a pesar de la posterior despedida. O los buenos valores que nos inculcaron nuestros padres y que se quedarán para siempre. Pero no deja de ser una putada tener que despedirse.
Que sí, que hay que aceptar, que ya lo sé. Pero esta vez va por ti Vicen, que dices de mí que soy una "flower power". Pues ya ves que no, amigo.
Hoy estoy muy triste y nostálgica. Supongo que esta sensación también es necesaria a veces para poder valorar después esos momentos mágicos acontecidos entre despedida y despedida. Momentos que como digo siempre debemos coleccionar. Momentos que quedan en su lugar imperecedero al que no podría engullir ni el más acaudalado de lo océanos.
Esos momentos con nuestra madre cocinando huevos rellenos, o con las siete amigas que se instalaban en casa en fiestas y se los comían de tres en tres porque así mi madre lo ordenaba entre carcajada y carcajada.
No sé si ha quedado claro o no, pero no me gustan las despedidas.
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