Mirar al pasado por un momento sirve para refrescar la vista, para recomponerla; y hacerla más apta para mirar hacia adelante. (Margaret Barber)
En tiempo de crisis es cuando los poetas sacan a sus musas.
No sé qué me pasa, quizás sea esto de la premenopausia (por buscar una excusa creíble), no lo sé. La verdad que no tengo motivos para hablar de crisis alguna. Pero sí que últimamente me invade un halo de nostalgia al que no sé qué causa atribuirlo. Pero sí, tengo nostalgia.
Siento nostalgia de Edimburgo. Para mí que en la Edad Media fui bruja allí y me escondí entre su túneles, tan bien escondida que logré escapar de las llamas a las que tantas mujeres inocentes abrasaron en aquellos tiempo por aquellos lares.
Me fascinó la ciudad y lo poco que pude ver del país en general, con aquellas Tierras Altas tan verdes
Nostalgia del Danubio y del Parlamento de Budapest
Nostalgia de Santiago de Compostela y el final del camino que en realidad es el principio de otros absolutamente insospechados
Por supuesto que me encanta mi hogar, y me siento a buen cobijo dentro. Pero a los que opináis que busco escapar de la vida viajando, os digo que no vivo para viajar, sino que viajo para VIVIR, en mayúsculas.
También os diré que Madrigal no ha salido de mí y que cada vez soy más paleta, y que cada vez mis recuerdos de infancia me golpean más fuerte haciéndome notar de dónde vengo y a mucho orgullo que lo hago (no hay pueblo más bonito en el mundo que mi Madrigal de las Altas Torres) . Pero a mucho orgullo grito también que para mí , viajar con mis hijos es uno de los placeres más maravillosos que existen. Lástima de tiempo y de dinero, pues con ellos me recorrería el mundo entero. Soy tan afortunada de poder participar de su evolución, de disfrutar de sus risas, de sus ganas de vida, que creo, precisamente que a lo que tengo nostalgia en realidad es a ellos.
Sin querer parecer presuntuosa, creo que puedo decir que lo he hecho tan bien, que son mucho más independientes de lo que lo seré yo nunca. Lo he hecho tan bien, que ahora son ellos los que me enseñan.
Viajad, hay que salir, hay que ver mundo, disfrutad en otros amaneceres, en otras latitudes donde hay hasta cocodrilos o una familia de mapaches viene a acompañarte mientras cenas, haced caso a la tia Goyi.
Lo que se crea, es un conjunto de recuerdos para siempre, momentos infinitos que te llenan de satisfacción a los que recurrir cuando los necesites, pues siempre estarán en ti. Cuando se recuerda, se vuelve a vivir prácticamente con la misma intensidad que te hizo ver lo efímera y a la vez infinita que es la vida, y nada es más gratificante que sea la vida precisamente , la que premie tu esfuerzo con la sonrisa agradecida de quienes más quieres.
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