jueves, 7 de noviembre de 2019

“Un verdadero amigo es aquel que llega cuando todos se han ido” Albert Camus




A mis amigos, en especial a mi amiga Ana, mi hermana soriana, quien, literalmente, me ha salvado la vida. Estoy segura de que ella no es consciente de todo lo que ha hecho y hace por mí. Para empezar, mi sonrisa de hoy es por muchos motivos, gracias a ella.





Después de un fin de semana junto a mis amigos en la selva de Irati, disfrutando de los maravillosos colores  del otoño, mágico en ese lugar….visitando algún precioso pueblo medieval, ya en Francia, o empaparnos bajo paraguas y chubasqueros en algún que otro momento,en el pirineo navarro, se me vino a la cabeza un artículo que me enseñó otro amigo (Alejandro, gracias) hace ya unos cuantos años. Se trata de un artículo de Rosa Montero que ratifico hasta en sus comas y puntos. En todo lo que dice estoy absolutamente de acuerdo.


Ana, léelo atentamente, porque si yo supiera escribir tan bien, lo habría escrito tal cual, para ti.


“Llevo meses intentando escribir un artículo sobre la amistad y siempre me detiene el miedo de no estar a la altura. De que mis palabras no logren merecerse a mis amigos. Las loas a la amistad son un lugar común demasiado común: todo el mundo se calienta la boca hablando de ello (yo también lo he hecho). "Lo más importante en la vida son los amigos", gorjean alegremente los concursantes más descerebrados de los reality shows o las contertulias más malvadas de la telebasura. Amigos y amistad son hermosas palabras que el uso y el abuso han desgastado.

Lo de la amistad es como el amor. Todo el mundo cree saber de ello, todos nos consideramos grandes conocedores del asunto, expertos en los sentimientos y en la pasión, cuando, en realidad, son dos materias complejas e infinitas, profundos rincones del ser que uno sólo empieza a entender cuando madura. De jóvenes, de muy jóvenes, amigos y amores te llegan fácilmente, son una lluvia cálida y revuelta, confusa, ligera, amontonada. De joven, de muy joven, en realidad no escoges, aunque lo creas. Te haces amigo y te enamoras de lo primero que pasa. Porque necesitas querer. Somos así, y esa necesidad es conmovedora.

"Con los años, las amistades se profundizan. Alcanzan un nivel de emoción indescriptible"

Y luego vas viviendo y te vas haciendo. Con suerte, y con esfuerzo, es posible que empieces a conocerte un poco. Y también vas encontrando a tu gente, a esas personas que se convertirán en tu mundo, en tu territorio. La única patria que reconozco son mis amigos. Es una patria exigente. La amistad requiere atención, entrega, riego constante. Hay que invertir muchas horas en cultivarla. Ahora que soy mayor, sé con toda certidumbre que es el mejor destino que puedes dar a tu tiempo. Es una de las cosas que he aprendido. Y es algo que te enseñé, Anita. Aunque a veces me encierro y ni yo misma lo practico.

Digan lo que digan los animosos partidarios del optimismo vital, envejecer es algo bastante desagradable .Envejecer es perder; pierdes a la gente querida que se muere; pierdes capacidades físicas y, sobre todo, pierdes futuro: con lo hermosa que es la vida, cada vez se te queda más chica por delante. .  Es una auténtica putada y gorda, pero como la alternativa es mucho peor, veremos la parte positiva .Pero con los años también ganas un par de cosas muy valiosas: sin duda experiencia, y si te lo trabajas, sabiduría, que es la suma del conocimiento intelectual y de la madurez emocional. Pero, sobre todo, ganas ese pasado común con los amigos. Crecer con los amigos, envejecer con ellos, ir trenzando a la espalda, con esos testigos de tu vida, años y años de una biografía compartida, es algo absolutamente maravilloso. Con los años, con los muchos años (yo tengo amigos activos desde hace tres décadas), las amistades se profundizan y agigantan. Alcanzan un nivel de emoción y de veracidad indescriptible. Y se ven puestas de sol en la Caleta en Cadiz, que perdurarán para siempre, mis momentos infinitos, algunos como este junto a ti y parte de los nuestros. Quedarán para siempre.

Porque, con los años, las amistades se prueban de verdad. El tiempo puede herir; hay momentos en los que el tiempo se vuelve salvaje, y muerde y desgarra como una bestia furiosa. Y en esos tránsitos penosos de tu vida, en la angustia, en los problemas, en la desolación y la incertidumbre, los verdaderos amigos acuden a tu rescate. Con tal generosidad, con tal facilidad afectuosa, que realizan auténticas proezas como si en realidad no les costara nada (la última proeza sobrehumana que han hecho mis amigos por mí ha sido ayudarme en un traslado de domicilio y montarme la casa, prácticamente ellos solos, en cinco días). Los amigos te salvan literalmente la vida y lo hacen sin esperar nada, sin alardear de nada, por el puro placer de dar. Modestamente grandiosos. Este párrafo en realidad te lo transcribo yo, tal cual.

A veces he jugado a imaginar cuáles serían mis últimos pensamientos antes de morir. Cómo sería el balance de mi existencia. Durante muchos años he supuesto que esas memorias ardientes y finales estarían compuestas por recuerdos de mis amores más apasionados, de la infancia y la familia, quizá de algunos momentos de mi escritura. Pero ahora sé que en ese recuento final brillarán como islas de luz algunos momentos mágicos con mis amigos. Esos regalos de cariño que me han dado, tan inmensos que siento que es imposible merecerlos. Eso también es la verdadera amistad: la sensación de estar felizmente en deuda con los otros. Por todo eso que ya hemos vivido, y por todo lo que todavía viviremos, gracias. Muchas gracias.”


Gracias chicos, por este puente tan maravilloso. Por el lugar, por llevarme allí, por contar conmigo. Por hacer la ruta más corta para evitar mi ajijorrio. Por hacerme reir a carcajadas, gracias de corazón.

Por muchas escapadas más juntos…

sábado, 17 de agosto de 2019

Dicen que uno siempre vuelve a los sitios en los que fue feliz.

"Alguna vez leí que uno siempre vuelve a los viejos sitios donde amó la vida"
Casa rural Valmayor(Trévago, Soria)
Es así, uno siempre vuelve.
Volvemos a los lugares donde nos sentimos acogidos,  volvemos a las personas que amamos y nos hacen sentir amados,  volvemos a hacer las cosas que en algún momento nos hicieron felices.
Uno vuelve.
Y volver es bueno, siempre y cuando te haga sonreir.
Las vacaciones son tiempo de desconectar.  De cargar pilas e ilusiones. De fomentar momentos y experiencias que nos hagan sonreir. De disfrutar. 
Y una no tiene que subir al Everest, basta con subir a los picos de Urbión  y hacerlo con quienes más quieres.




Una no tiene que ir a Roma (fantástico el viaje del año pasado), basta con pasear por Clunia y disfrutar de sus mosaicos y el espectacular anfiteatro. 

Hacer rutas por pueblos maravillosos (sin tener que irse a la Toscana. (Somaen)
O alucinar con el románico más espectacular como por ejemplo el claustro de Sto Domingo de Silos. 
O incluso pasear por Sad Hills, el cementerio de la mítica película "El bueno, el feo y el malo".
Y esperar una puesta de sol, rodeada de aguas inmensamente azules y unos verdes que nada tienen que envidiar a Irlanda. 


Pero cuando digo que una vuelve a los lugares en los que fue inmensamente feliz, no es por nostalgia. Pienso que el pasado, siempre formará parte de nosotros y no por eso creo anclarme en él. De hecho quiero pensar que lo mejor está aún por llegar, aun así, la sonrisa recordando tiempos preciosos, no deja de ser melancolía.
Cuando una vuelve a la casa rural  Valmayor ( no añorando hoteles de 5 estrellas) vuelve a la paz. Vuelve a la sonrisa y a las carcajadas (anoche creia que me ahogaba de tanto reir)
En este lugar me hicieron una fiesta sorpresa a los 40, rodeada de buenos amigos. También preparé yo alguna buena sorpresa que tampoco creo que sea fácil de olvidar por los protagonistas de la misma.
Se celebraron comidas de compañeros de empresas que ya no existen( las empresas, los buenos compañeros sí afortunadamente). Y de otros que me abrieron puertas a la esperanza de mi vida personal y profesional (tenemos que hacer otra, molineros). Algún fin de año divertido con los de siempre. Incluso una reunion con todos mis hermanos para celebrar algo bueno. Nos reimos mucho también aquella noche. 
Pero sobre todo una vuelve por la plenitud  que aporta a mi alma  el oxígeno que aquí se respira . Por lo bien que se come (madre mía Javi se supera de año en año, dieta estricta desde mañana), por la socarronería de Vicen, por ver la luna y las estrellas más brillantes (bueno casi tanto como las de mi Madrigal). Por desayunar entre velos como la reina de Saba. Por ver la sonrisa de mi hijo cuando llegamos a la ermita
A veces las vacaciones,  solo son para eso. Para pararse a reflexionar  sobre lo afortunada que es una. ¿Pararse? Todos me decís que no paro. Pues yo creo que sin parar, estas vacaciones me han servido para eso. Para pararme. Para coger aire. Para decirme que hay que seguir adelante. Que hay que llegar a la cima, por ellos. Pero sobre todo por mí. Pues al fin y al cabo las mejores vistas son siempre desde arriba.  


Aquellos que como yo ya despiden el descanso estival,  ánimo con la vuelta. A los que os quedan vacaciones disfrutadlas, la vida está para eso. Que no nos quedemos en el intento. 
Y para todos FELIZ FINDE.

sábado, 15 de junio de 2019

Quizás sea verdad eso de que Dios viene en una harley

"Alguien me dijo una vez, si intentas lo más difícil al principio,  la caída será inminente. 
Pero si eres constante, y te superas cada día, podrás llegar aún más lejos de lo que imaginaste."


La vida te ofrece de vez en cuando, grandes momentos. Sin duda hoy viví uno de ellos.
Cuando esta mañana mi amigo Ibiricu de Navarra me llamó para decirme que había pensado en saldar una pequeña "deuda" que tenía conmigo, le dije que tenía planes para hoy, pero que estaría encantada de llevarlo a cabo en otra ocasión, pues subir en su harley, era para mí, más que un sueño o una ilusión, un pequeño reto de superación ya que soy terriblemente miedosa.



Pero resulta que es bien cierto eso que decía mi madre que el hombre propone y Dios dispone. Mis planes se cayeron y el que creía que iba a ser un día fantástico en el cañón de río Lobos, se ha convertido en un día mucho mejor sobre la presa del pantano. 

Y es que son estos momentos los que llenan la vida. 
 Que alguien muy ocupado te priorice en su preciado tiempo, y con mucha paciencia te explique como bajar , subir y sobre todo como no quemarse con el tubo de escape. Te lleve con toda seguridad y prudencia y te haga reir a carcajadas.  Se haga 400 kms en la moto para regalarte un paseo. Y no tenga que pensarselo.  
He tardado 50 años en hacer un pequeño viaje en moto. Y he descubierto que los bellos paisajes sorianos pueden olerse sobre ruedas. Que el aire en la cara te da sensación de libertad.  Que la confianza en el conductor es imprescindible para disfrutar. Y que voy a necesitar varios dias para conseguir desprenderme de la percepción de volar. He tardado 50 años y no tengo otros 50. Las cosas que no se tienen que pensar, las que salen del corazón, son las que merecen la pena. 
Ha sido maravilloso que me enseñes como tomar las curvas, amigo. No he gritado por no asustarte, pero lo hubiera hecho. Ha sido curioso como la sensación de miedo a la ida se ha transformado en las de confianza y tranquilidad a la vuelta.
Es cierto que me crujió un poco la  cadera cuando subí la primera vez...jejeje...vienes en unos pocos años más y no subo ni de coña.
Así que GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS. Nunca olvidaré la tarde de hoy, y cómo digo siempre, los momentos infinitos no se viven todos los días. Disfrutemoslos, creemoslos, y vivamolos!! No tenemos otros 50 años.!!!!!

jueves, 14 de febrero de 2019

San Valentin y una historia que llegó a su fin.

"EL AMOR ES AQUELLO QUE DURA EL TIEMPO EXACTO PARA QUE SEA INOLVIDABLE" (Mahatma Gandhi)

Escribí esto en verano. Ya sabéis que en el caso de este blog cualquier parecido con la realidad es una mera coincidencia. Espero que os guste. No se me ocurre mejor día para publicarlo. FELIZ SAN VALENTIN.

Y llegó el momento. Cuatro años esperando y llegó. Parecía un sueño. Yo no estaba bien al principio. Mi hijo en el hospital, parecía mejorar así que lo dejé con su padre y me fui a la cita. Cuarenta y cinco minutos más tarde de la hora inicial. Pero ahí estábamos
A esa cita por la que había suplicado. Por la que había rogado sin cesar. A pesar de sus desplantes continuos. A pesar de sus mil y un rechazos. Nos vimos.
Dicen que los abrazos no deben rogarse. Dicen que no hay que suplicar amor. Pero él es distinto. Él no es una persona que cumpla cánones de ningún tipo.  Y me dijo que sí. Que nos daríamos ese abrazo. Me costaba creerlo. Pensaba que en el último momento se arrepentiría y me mandaría un mensaje de anulación. Pero la que le tuvo que llamar amenazando con aplazarlo fui yo. No obstante tenía que ser ese día. Luna de sangre. No podría ser otro día. Tuvo que ser ese y en ese lugar tan bien elegido por él.
Llegué al aparcamiento de Pedraza. Antes me había llamado por saber por dónde me encontraba. Me faltaban 5kms. Yo estaba tranquila. La noche anterior había dormido estupendamente. Llevaba acumulado cansancio por la enfermedad de mi niño y por mis trasnoches cotidianos. Pero curiosamente esa noche previa dormí muy bien.
Al llegar, él estaba allí, me hizo una especie de señal para que aparcara el coche al lado del suyo. Había un árbol y quizás allí pudiera dar sombra en algún momento. Pero yo no le hice caso, y aparqué por orden, donde tocaba, a pleno sol. Llevaba un vestido floreado minifalda, pero tenía mis deportivas para conducir (fueron casi dos horas de viaje), llevaba unas sandalias de tacón en el maletero, pensaba estar radiante para él cuando me bajara del coche, pero no me dio tiempo. Él fue a recibirme, y nos fundimos en ese abrazo como nos habíamos prometido. Un abrazo con el que creí que lloraría. Pero no. Lo único que pude hacer fue sonreír. Antes de darme cuenta él me había besado. Cuatro años habían pasado. Pero parecía que no había pasado ni un instante. “Quizás no debí haberte besado”, me dijo. “Pero no he podido evitarlo”, añadió.
Jobar, le digo, ¡¡¡ acabas de besarme y ya te estás arrepintiendo!!!!.  Y no. No era eso. Era simplemente que no le había dado yo mi permiso. ¿¿¿¿Pero qué permiso???? Si mis labios lo añoraban tanto como mi alma. Fui a esa cita protegiéndome. Serena. Firme. Sabiendo perfectamente a quien iba a ver. Al hombre que he amado en estos 5  últimos años como a nadie nunca amé y que me ha rechazado, rotundamente, produciéndome tanto dolor del que me había costado mucho salir, pero del que había conseguido hacerlo revitalizada y segura. Firme. Serena. Así estaba. Distante, quizás por protegerme. Quizás porque esa distancia era real.
No me puse las sandalias de tacón, siguiendo sus consejos. Entonces nos dimos la mano y paseamos hasta el castillo. Hacía calor. Recorrimos varias calles de ese lugar tan precioso. Hice alguna foto (ninguna nuestra, aunque él me propuso hacerme una a mí en solitario, pero no me gustan, siempre me veo fatal)
Más paseo, más besos furtivos. Hablábamos mucho. Reíamos, sonreíamos… y nuestras manos se entrelazaban.
Lo encontré como siempre. Algo más delgado. Pero el atractivo que siempre le vi seguía absolutamente intacto. El poder que siempre ha tenido sobre mí iba aumentando proporcionalmente al tiempo compartido junto a él.
¿Nos tomamos una cerveza? Me propuso. Claro, le dije y fuimos a la plaza. A un bar con terraza llena. Había una boda. Jotas para los novios.  (Qué tontos, casarse, le digo…. Yo no volvería a casarme ni aunque me lo pidieras tú, le dije bromeando).
Nos sentamos en su interior. Una mesa de madera que a veces era compartida por más intrusos. Pero yo solo le veía a él. Le miraba a él. Le escuchaba a él. Luego otra cerveza, nos pusieron pincho, un par de ellos, el primero no lo recuerdo. El segundo eran unas albóndigas riquísimas.
A la mierda mi dieta, me digo.
Es por eso que no recuerdo algunas cosas por lo que quiero plasmar esto en palabras para que perdure para siempre. No quiero olvidar ni un detalle. Ni un solo segundo de esas casi 6 horas que vivimos juntos en 4 años. Quizás de esas 6 horas de toda la vida.
Para siempre y para nunca, son expresiones que utilizo mucho, me dice sonriendo. Sobre todo cuando  le digo que siempre le querré. Y es escéptico a eso. Le digo que a mí el amor no se me va. Que para mí lo difícil es sentir eso por alguien. Que me resulta complicado amar con esa intensidad. Pero una vez conseguido, es para toda la vida. Entonces… me pregunta ¿aún quieres a tu ex? Claro. Le querré siempre. Le digo con rotundidad.
Paseando nos encontramos con la cárcel del pueblo que era visitable. No me deja pagar la entrada. Y vamos a visitarla. Había una guía muy peculiar. Hablaba de un modo extrañísimo. Como alargando las palabras. A mí me daba la risa. Pero intentaba que no se me notara y no le miraba a él para evitar comportarme como una niña pequeña y no parar de reir.
Una de las cosas que más me gusta de su físico es su altura. Tan apropiada para mí. Pero no para esa cárcel. Se dio un coscorrón con una viga que sonó fuerte (pobre, me dolió hasta mí).
La cárcel fue siniestra para mi sensibilidad. Había unas celdas en las que permanecían a oscuras 15 personas. Estuvimos dentro unos segundos los dos solos.  A mí me daban ganas intensas de que nos encerraran allí y besarlo. Él comentó que era un agobio ser encerrado allí y no poder controlar el poder salir cuando uno quisiera. Así que ni beso ni nada, salimos enseguida.
Más paseos, más besos, más cogerme por la cintura. Decirme que estaba guapa varias veces. Apartarme mi cabello de la boca y besarme. Una y otra vez. Qué rica sabes, o besas de puta madre eran expresiones que utilizaba. Yo me sentía deshacer. Y volvió a despertar todo en mí, aquello por lo que le he buscado sin cesar. En él con gran fracaso y en otros con mayor fracaso aún.
Fuimos a comer. Yo no tenía apetito. Me puse en frente de él estratégicamente. Han sido varias las veces que me han dicho en esa situación, en frente del otro comensal que estoy guapa. Que mis ojos hablan por sí solos. Que mi mirada intensa cautiva. Y lo hice con premeditación y alevosía y funcionó. Me dijo lo guapa que estaba varias veces mientras comíamos. Se moría de ganas de llevarme a algún apartado. Pero yo alargué el momento. Hacía calor.
En la comida hablamos muchas cosas. Nos dijimos cosas que solo las personas de gran confianza pueden compartir. Una vez leí que lo difícil es hablar con alguien de absolutamente todo. Y con él me pasa. Puedo decirle todo lo que pasa por mi mente sin temor a juicios. Él me dará buenos consejos si los necesitara. Puedo hablarle de amantes sin ningún temor (aunque dice que un poco sí le escuece). Él también conmigo. O eso creía. Porque cuando me dijo que tenía pareja me cambió la cara. Me desencajé y lo notó. Creí que lo sabías, me aclaró. Hombre, le respondí, visto tus comentarios (hacía pocos minutos me había dicho que en estos años había tenido sus amoríos-en pasado-) y sobre todo habiendo disfrutado sus intensos besos , era difícil de prever. Yo había presupuesto que su última relación había roto. Pero no.
Y sentí celos. Sobre todo cuando me contó que ella conocía a su madre y a sus hijos. Y que se iba a ir con sus amigos a Asturias.


JAB es muy cerrado para su círculo. Los protege como una leona a sus cachorros. Y no permite que nadie extraño invada su nido. De ahí mis celos.  Bueno por eso y por Asturias. A los dos nos apasionan esos paisajes., esa lluvia (más a él esto último). Los intensos verdes y azules en los que descansan los pensamientos. Y se va con ella. Eso duele. Y si me duele es porque le quiero para mí. El caso es que me dijo que estaba a gusto con esta chica. Y eso sé que para él es bueno. Está acompañado en este proceso de su salud que le toca ahora. Yo no podría acompañarle. Yo no podría darle esa tranquilidad que requiere. Yo le alteraría todos sus sentidos. Y él es hombre de zonas de confor. De las suyas. En las que nunca me dejó entrar. Y yo me muero de pena por eso. Aunque si él está bien, me gusta. Y me alegro.


Salimos de comer y me buscó una sombra en una piedra cerca del castillo, con vistas a un paisaje interminable. Y me llevó al cielo con sus caricias justo encima de esa piedra. Como hace siempre que está conmigo. Y nos besamos con un deseo brutal. Como el de dos amantes que se ven por última vez. Como alguien que desea a la mujer que tiene entre sus brazos para él. Para hacerle gozar como nadie nunca ha conseguido.
Y seguimos hablando y dijimos que ojalá ese momento no acabara nunca y me mencionó a Alicia en el país de las maravillas.
Alicia: ¿cuánto tiempo es para siempre?
Conejo: A veces solo un segundo.


Y entonces los dos supimos que ese momento era infinito y que reencontrarnos ha sido una de las cosas mejores que hemos podido hacer el uno para el otro. Y Pedraza permanecerá siempre en nuestra alma. Aunque él sea un cobarde, por sí mismo reconocido. Aunque él no vaya a hacer nada por mí, salvo desearme. Desearme entre sus brazos, y desearme lo mejor fuera de ellos.
Y nos hicimos alguna promesa. Yo le prometí no usar mi camisón negro y guardarlo  para él y él que no se iba a enamorar de nadie.


Y nos dimos el último abrazo. Más intenso que ninguno. Y le susurré “ Julián , eres mi amor”
Y noté como se estremecía. Y nos despedimos. Cada uno cogió su coche blanco y nos marchamos esperando ambos un último beso que no llegó (ambos esperábamos parar en un cruce,  pero yo seguí el gps y no me mandó donde poder parar) Entonces él me llamó y me dijo que le había encantado verme. Que nuestros cuerpos se acoplan a la perfección. Que guarde el camisón que el guardará su camisa para mí. Y colgamos y me volvió a llamar. Y era porque me echaba de menos. Yo lo sé. Conozco la sensación porque yo llevo echándole de menos 4 años. Y casi con toda seguridad el resto de mi vida.
Pero como dicen en mi película preferida “El príncipe de las mareas”  ojalá cada hombre y cada mujer tuvieran más de una vida. Ojalá una de las mías fuera para compartirla con él que sabe hacerme sonreír como nadie. Y soñaré con que un día se arma de valor y me viene a buscar para llevarme a mí a Asturias. A nuestra casita con vistas a la montaña por un lado y al mar por otro. Una casa con chimenea. Y escucharemos la canción de Sabina  “A orillas de la chimenea”, cosa que no hicimos juntos (hay demasiadas cosas que no hemos hecho juntos). Y tendrá un gran espejo. A nosotros se nos dan muy bien los espejos.
Quién sabe si algún día vuelven a cumplirse mis sueños con él. Quién sabe.
En realidad con él NUNCA SE SABE!























martes, 8 de enero de 2019

Mis bodas de Plata

Veinticinco años es sólo el comienzo. Como decía Machado, quien amó profundamente a Soria: "Hoy, es siempre todavía."




Hoy, 8 de enero, hace justamente 25 años que comenzaba mi vida profesional en Soria. Había una nevada tremenda. Hacía un frío infinito. Recuerdo textualmente decirle a mi hermana mayor a pocos días de mi llegada "Dios mío, creo que me he venido a vivir a Siberia" , lo cual no deja de sorprender para alguien que viene de dónde dicen que quien aguanta un invierno allí,  vive 100 años (Ávila), vamos que yo no venía del trópico precisamente, pero aquí hacía mucho más frío. Seguro.
Recuerdo mis primeras conversaciones con mi familia desde una cabina (no había teléfono fijo en la casa en la que vine a vivir, y por supuesto no tenía móvil, aunque no tardaría en adquirir uno de aquellos que pesaban como un ladrillo).
Así que sí, hoy celebro mis bodas de Plata con Soria.
Vuelvo la vista atrás y observo. Ha sido un camino difícil a veces. Duro, durísimo en algunas ocasiones.. Salí de mi zona de confort y me vine a una ciudad desconocida, con gente desconocida,  primeros retos profesionales y ganas de probar.
Cuando llegué por primera vez y me di un paseo por el Espolón, noté la luz especial de Soria. Dejé Valladolid con una espesa y cerrada niebla y llegué a Soria con un sol radiante. Así fue. Y me dije : ¿Por qué no? ¡No había nada que perder!
Mis hermanas me decían que me admiraban por  venirme. Yo no lo veía aquello como  ninguna proeza digna de admiración. En absoluto lo era.
En aquel primer trabajo en el que estuve la friolera de 11 años me pasó casi de todo-como en mi vida.-
Conocí a personas fabulosas, Y a gente muy mediocre también.
Aprendí. Me defendí. Sobreviví. Viajé. Disfruté. Conocí la felicidad suprema. Risas, carcajadas compartidas.
Pasé frío,  en aquella primera casa no había calefacción (me mudé en cuanto pude). Me pasó casi de todo, en esos primeros meses llegué a compartir piso con una octogenaria a la que nunca vi la cara. Era la suegra de la dueña del piso que viviá en el mismo portal unos pisos más abajo, y la subía a dormir. (era igual, igual que la abuela de Angel Garó en su sketch. Seguro que os acordáis.)
Así que para el verano aquel ya estaba en otro piso. Lo compartí con gente fabulosa con la que disfruté momentos geniales. Era una nueva familia.
Recuerdo mis 27, 28, 29... años con gran nostalgia. Ganaba dinero, viajaba, estaba absolutamente enamorada, era independiente, compramos la casita, barbacoas en mi jardín, carcajadas hasta casi ahogarnos....
Ahora bien, como casi todo en la vida, había cara b. Esa gente mediocre de la que hablaba antes (no soriana) me llevó a vivir  incluso como imputada en una querella criminal.
Quienes me conocéis de cerca, sabéis que mi vida desde luego no ha sido nada monótona. He vivido (y vivo) tan intensamente que todo lo que me ocurre se magnifica sólo con ser como soy.
Alguien que me quiere mucho dice de mí, que en mi intensidad están mi premio y mi castigo.
Así que sí, Soria  y su laguna negra,


su cañón de río Lobos,


Casillas de Berlanga y la joya de S. Baudelio





 La Fuentona, sus pueblos maravillosos (Calatañazor, Vinuesa, Atauta, El Burgo de Osma, Caracena,  Agreda y sus gentes, Olvega -pueblo que como me dijeron una vez, me da de comer....Trévago etc) y sobre todo su cielo, sí Soria  y su cielo , sus castillos y su luz especial, me han dado muchísima felicidad. Ni que decir tiene su Moncayo, que ya es un poco mío. Y hasta vuestro.




Como pasa en los buenos matrimonios, mil veces que viviera, mil veces me casaría con esta provincia de gente noble, de frío, de luz especial,  de monte Valonsadero y fiestas de San Juan, de Duero que se congela a su paso y que en otoño me ha regalado las estampas más espectaculares del mundo (bueno esto último casi, claro, quitando las de Madrigal).
Os he traído aquí a todos los que quiero. A algunos físicamente, a otros con mis fotos y relatos. Ya sabéis que siempre que puedo comparto lo bello. 
Aquí nacieron mis hijos, orgullosos  sorianos ellos. Quienes me agradecen que me viniera, pues adoran su tierra, como yo la mía. Dicen que es de nobles hacerlo.
Veinticinco años es la mitad de mi vida .Hoy me preguntaban si el balance ha sido positivo pues conocí el dolor más profundo aquí también. Por supuesto que sí. He sido feliz en este lugar y yo siempre me quedo con lo bueno. Creo que conocer la felicidad es de agradecer.  Así que ¡GRACIAS SORIA!. Por muchos años más junto a ti.
 

Río Duero.  Paseo a San Saturio. Foto de José Luis Larred.