jueves, 7 de noviembre de 2019

“Un verdadero amigo es aquel que llega cuando todos se han ido” Albert Camus




A mis amigos, en especial a mi amiga Ana, mi hermana soriana, quien, literalmente, me ha salvado la vida. Estoy segura de que ella no es consciente de todo lo que ha hecho y hace por mí. Para empezar, mi sonrisa de hoy es por muchos motivos, gracias a ella.





Después de un fin de semana junto a mis amigos en la selva de Irati, disfrutando de los maravillosos colores  del otoño, mágico en ese lugar….visitando algún precioso pueblo medieval, ya en Francia, o empaparnos bajo paraguas y chubasqueros en algún que otro momento,en el pirineo navarro, se me vino a la cabeza un artículo que me enseñó otro amigo (Alejandro, gracias) hace ya unos cuantos años. Se trata de un artículo de Rosa Montero que ratifico hasta en sus comas y puntos. En todo lo que dice estoy absolutamente de acuerdo.


Ana, léelo atentamente, porque si yo supiera escribir tan bien, lo habría escrito tal cual, para ti.


“Llevo meses intentando escribir un artículo sobre la amistad y siempre me detiene el miedo de no estar a la altura. De que mis palabras no logren merecerse a mis amigos. Las loas a la amistad son un lugar común demasiado común: todo el mundo se calienta la boca hablando de ello (yo también lo he hecho). "Lo más importante en la vida son los amigos", gorjean alegremente los concursantes más descerebrados de los reality shows o las contertulias más malvadas de la telebasura. Amigos y amistad son hermosas palabras que el uso y el abuso han desgastado.

Lo de la amistad es como el amor. Todo el mundo cree saber de ello, todos nos consideramos grandes conocedores del asunto, expertos en los sentimientos y en la pasión, cuando, en realidad, son dos materias complejas e infinitas, profundos rincones del ser que uno sólo empieza a entender cuando madura. De jóvenes, de muy jóvenes, amigos y amores te llegan fácilmente, son una lluvia cálida y revuelta, confusa, ligera, amontonada. De joven, de muy joven, en realidad no escoges, aunque lo creas. Te haces amigo y te enamoras de lo primero que pasa. Porque necesitas querer. Somos así, y esa necesidad es conmovedora.

"Con los años, las amistades se profundizan. Alcanzan un nivel de emoción indescriptible"

Y luego vas viviendo y te vas haciendo. Con suerte, y con esfuerzo, es posible que empieces a conocerte un poco. Y también vas encontrando a tu gente, a esas personas que se convertirán en tu mundo, en tu territorio. La única patria que reconozco son mis amigos. Es una patria exigente. La amistad requiere atención, entrega, riego constante. Hay que invertir muchas horas en cultivarla. Ahora que soy mayor, sé con toda certidumbre que es el mejor destino que puedes dar a tu tiempo. Es una de las cosas que he aprendido. Y es algo que te enseñé, Anita. Aunque a veces me encierro y ni yo misma lo practico.

Digan lo que digan los animosos partidarios del optimismo vital, envejecer es algo bastante desagradable .Envejecer es perder; pierdes a la gente querida que se muere; pierdes capacidades físicas y, sobre todo, pierdes futuro: con lo hermosa que es la vida, cada vez se te queda más chica por delante. .  Es una auténtica putada y gorda, pero como la alternativa es mucho peor, veremos la parte positiva .Pero con los años también ganas un par de cosas muy valiosas: sin duda experiencia, y si te lo trabajas, sabiduría, que es la suma del conocimiento intelectual y de la madurez emocional. Pero, sobre todo, ganas ese pasado común con los amigos. Crecer con los amigos, envejecer con ellos, ir trenzando a la espalda, con esos testigos de tu vida, años y años de una biografía compartida, es algo absolutamente maravilloso. Con los años, con los muchos años (yo tengo amigos activos desde hace tres décadas), las amistades se profundizan y agigantan. Alcanzan un nivel de emoción y de veracidad indescriptible. Y se ven puestas de sol en la Caleta en Cadiz, que perdurarán para siempre, mis momentos infinitos, algunos como este junto a ti y parte de los nuestros. Quedarán para siempre.

Porque, con los años, las amistades se prueban de verdad. El tiempo puede herir; hay momentos en los que el tiempo se vuelve salvaje, y muerde y desgarra como una bestia furiosa. Y en esos tránsitos penosos de tu vida, en la angustia, en los problemas, en la desolación y la incertidumbre, los verdaderos amigos acuden a tu rescate. Con tal generosidad, con tal facilidad afectuosa, que realizan auténticas proezas como si en realidad no les costara nada (la última proeza sobrehumana que han hecho mis amigos por mí ha sido ayudarme en un traslado de domicilio y montarme la casa, prácticamente ellos solos, en cinco días). Los amigos te salvan literalmente la vida y lo hacen sin esperar nada, sin alardear de nada, por el puro placer de dar. Modestamente grandiosos. Este párrafo en realidad te lo transcribo yo, tal cual.

A veces he jugado a imaginar cuáles serían mis últimos pensamientos antes de morir. Cómo sería el balance de mi existencia. Durante muchos años he supuesto que esas memorias ardientes y finales estarían compuestas por recuerdos de mis amores más apasionados, de la infancia y la familia, quizá de algunos momentos de mi escritura. Pero ahora sé que en ese recuento final brillarán como islas de luz algunos momentos mágicos con mis amigos. Esos regalos de cariño que me han dado, tan inmensos que siento que es imposible merecerlos. Eso también es la verdadera amistad: la sensación de estar felizmente en deuda con los otros. Por todo eso que ya hemos vivido, y por todo lo que todavía viviremos, gracias. Muchas gracias.”


Gracias chicos, por este puente tan maravilloso. Por el lugar, por llevarme allí, por contar conmigo. Por hacer la ruta más corta para evitar mi ajijorrio. Por hacerme reir a carcajadas, gracias de corazón.

Por muchas escapadas más juntos…

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