Cosas que te hacen feliz:
A mí me
hace feliz cosas como por ejemplo ver un atardecer en el mar en compañía (la
compañía elegida). Me hace feliz un abrazo
sorpresa, de esos que le salen espontáneos a mi hijo, me hace feliz el amor de
mi pareja, (que no sé cómo me aguanta) Me hace muy muy muy feliz, la sonrisa increíble
de mi hija… y me hacen tremendamente feliz:
LOS DESAYUNOS DE JAVI Y VICEN
Hay lugares que no se olvidan, no sólo por su paisaje (las vistas al Moncayo son preciosas o incluso a la luna llena de agosto allí se ve de otra manera), ni siquiera por sus muros (la casa es HOGAR absolutamente), sino por lo que provocan dentro de una.
Cada año, cuando el calendario se
acerca a estas fechas, mi corazón empieza a vibrar con una emoción tranquila y
conocida: la que me lleva de vuelta a la casa rural de mis amigos, Javi y Vicen.
La casa rural Valmayor, el sitio de mi recreo. Es lo más parecido a volver a
casa que tengo ahora mismo.
Una vez al año, personas muy
distintas nos encontramos allí. No nos une un origen común ni una historia
compartida, pero sí algo mucho más importante: el cariño sincero, el respeto
mutuo y una alegría sencilla que se contagia. Este año, como siempre, la casa
se llenó de risas, abrazos, historias y esa calidez que solo puede ofrecer la
buena gente.
Este verano, sin embargo, fue
distinto. Mi hijo, que me había acompañado cada año desde niño, no pudo venir.
Tiene 18 ya, trabajaba estos días, va creciendo... y aunque me alegran sus pasos, lo extrañé
profundamente. No tenerlo allí fue un recordatorio suave y nostálgico de cómo
pasa el tiempo. Pero también, de cuánto ha dado este lugar a nuestras vidas.
Pero allí estaba la familia valiente de Nacho, valencianos maravillosos todos ellos, que han pasado por momentos muy duros y que sin embargo llegaron con sonrisas, abrazos y una generosidad desbordante. No hace falta contar su historia para que se entienda el ejemplo que son. Solo puedo decir que su presencia fue un regalo. Su agradecimiento reconfortante y su sonrisa contagiosa. La dulzura de su niña un obsequio que me llevaré por mucho tiempo. Gracias Luz por tu narración y por transmitir tu amor por los mayores. Por tu perro, y sobre todo porque siendo tan delicada seas tan tremendamente fuerte a tus 15 preciosos años. No olvidaré la charla contigo en la piscina. Estoy segura de que vas a ser una mujer impresionante.
También compartimos charlas y
silencios con un matrimonio admirable, que pronto celebrará su 50 aniversario, viajeros
infatigables, Manolo y Juani ( o ya para mí, Manoli) eligen Trévago cada verano,
quizás porque conocen mucho mundo y saben qué es lo que verdaderamente merece
la pena. Este año no pueden ir a Australia como tenían previsto. La vida a
veces interrumpe tus planes, pero lo realmente importante es que eligen de
nuevo la piscina de Vicen y ahí están enamorados y juntos después de tantos y
tantos inviernos. Ellos sí que saben donde pasar el verano. Ellos sí que saben
valorar lo bueno de la vida.
Un hombre aragonés, que entiende
de ruedas nos enseñó sobre Toyotas y tecnología, y aunque a muchos se nos
escapaban los detalles técnicos, su entusiasmo y el de su familia, nos hizo
sonreír a todos. De hecho, no faltaron carcajadas aquella noche, de esas que
hacen que te duela la tripa.
Pero la más grande de todos es la
madre de Javi, una señora de las de antes, pero con carné de conducir, porque la
vida le enseñó a ser moderna, una MADRE en mayúsculas. Un ejemplo de
discreción, cariño, comprensión y fuerza envuelta en optimismo. Sus ojos claros
y su sonrisa no envejecen. Son tan jóvenes como el amor que da solo con estar. Transmite
sabiduría y perseverancia y sólo hay que ver a Javi, para constatar aquello que
de tal palo tal astilla. Gracias Marisa por tu amor. No tengo a mi madre y
abrazarte a ti me recuerda un poco a ella. Gracias por ser un gran ejemplo de
superación.
Era noche de perseidas. No vimos
ninguna estrella fugaz, pero sí pedimos deseos, con el alma abierta y la
esperanza intacta. Esa noche fue, como siempre, una reunión de almas buenas que
eligen encontrarse.
Y qué decir de los desayunos de
Javi y Vicen. No son desayunos, son celebraciones. Pan recién tostado, aceite
dorado, café aromático, bizcochos caseros de moras recogidas por Vicen, o de chocolate
con naranja, masa de pan frito que me trae a mi madre de nuevo, mermelada
casera exquisita, mantequilla soriana y el silencio compartido del primer
bocado. Javi, con su sensibilidad a flor de piel, pone el alma en cada plato. Vicen, con su humor socarrón, hace que
cualquier conversación se convierta en carcajada. Entre los dos, han creado un
espacio donde uno se siente querido, cuidado, en casa. Por eso todos queremos
volver.
Algunos aprenden incluso el origen
de Isabel La Católica (ya te vale, Nachete. Tendrás que hacer una parada en mi
Madrigal de las Altas Torres entre tanto Bruselas, París y demás ciudades, seguro,
seguro que ya no se te olvida). Con todo mi cariño, eres un ejemplo de juventud
admirable, de esa que disfruta triunfando, aún hay esperanza.
Volver a esa casa cada verano es volver
a lo esencial. A los valores que realmente importan. A la comida que alimenta
el cuerpo y a las conversaciones que alimentan el alma. A las lágrimas que no
duelen y las risas que curan. A recoger oxígeno que no te llena los pulmones,
sino de ese que te da vitalidad para el invierno.
Gracias a todos por esas casi 24 horas, por acompañar, por compartir, por regresar. Como dice mi chico, la casa Valmayor es una escuela de vida. Como cada año, me he reído, he llorado, he leído, me he bañado, he comido, he leído, y aunque hayan sido pocas horas ha sido tan edificante como para querer volver siempre al sitio de mi recreo.
Gracias, Javi y Vicen, por abrirnos las puertas, los brazos y el corazón. Por
vuestros desayunos, por vuestras risas, por hacer de esa casa rural mucho más
que una casa: un refugio donde la vida se celebra, incluso cuando duele. Por ser
escuela para la menos aventajada de vuestras alumnas.
Sí, me fui borracha y no por los
licores tan buenos que trajeron de Badajoz, sino por la compañía y el
agradecimiento tan aplastante que se respira. Gracias a todos por esas horas
tan bonitas, Ya siento Vicen ser tan cursi, ya siento aburrirte con mis
borracheras emocionales, pero hoy me he ido incluso más embriagada que otras
veces, aunque faltó el paseo a la ermita con mi hijo, he salido absolutamente plena de vuestra casa,
y os agradezco una vez más vuestros abrazos y que después de 20 años sigáis
estando ahí para ayudarme a salir a veces de mis ahogos para convertirlos en
absolutas carcajadas.
Nos vemos el próximo año. Como
siempre, aunque nunca sea lo mismo. Siempre sois volver a casa. Espero veros
bajo las estrellas el próximo verano.
💫
Muchas gracias Goyi por poner palabras a lo que sentimos tod@s en Valmayor. Palabras llenas de verdad, de emoción y vida. Tienes una mirada muy bonita y generosa. Esperamos seguir compartiendo más raticos en Trevago cada verano. Un abrazo de la familia valenciana.
ResponderEliminarMil gracias Lola. Espero volver a veros.
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